Los templarios en Castilla y León

LaOrden del Temple fue una prestigiosa organización religioso-militar que desempeñó un papel central durante los casi doscientos años de su existencia, exactamente entre 1129 y 1312. Su ámbito de actuación fue principalmente Oriente Próximo (Tierra Santa), pero también tuvo una fuerte implantación en Europa y en España participó activamente en las guerras contra los musulmanes.

Desde los primeros momentos de su existencia los templarios estuvieron presentes en los reinos cristianos de la Península Ibérica. De hecho, antes de su aprobación definitiva, en 1119 la condesa Teresa, les concedió con el beneplácito de Alfonso VII, el Emperador, el castillo de Soure, junto a Coimbra, cuando Portugal aún formaba parte del reino de León. A partir de esa donación y hasta la abolición de la orden en 1312, los templarios tuvieron una participación muy activa en las guerras contra los musulmanes. Pero no fueron los únicos; junto a ellos también estuvieron los miembros de otras órdenes militares tanto universales (Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, más conocida como Orden de los Hospitalarios o Sanjuanistas, y Orden de Santa María de los Teutones), como peninsulares (Orden de Calatrava, Orden de Santiago, Orden de Alcántara y Orden de Avís).

La importancia de esas órdenes en los reinos hispánicos queda reflejada en el mapa siguiente que recoge el poderío territorial de cada una de ellas, medido por sus principales señoríos durante los siglos XII y XIII[1].

Señoríos

En su conjunto, las órdenes militares formaban un núcleo muy importante en los reinos de la Península y eran, sin duda alguna, un poder económico, militar y político que por su fidelidad a la monarquía servían de contrapeso a las tendencias centrífugas de los nobles de estos reinos. Como se muestra en el mapa, existían grandes diferencias entre ellas en cuanto a las dimensiones de sus señoríos y, desde luego, la Orden del Temple no era la más poderosa: poseía amplios territorios en Portugal y considerables en la Corona de Aragón, pero en Castilla y León sólo destacaban sus dominios en la baja Extremadura, que en ningún caso eran comparables con las propiedades de la Orden de Alcántara y mucho menos con los territorios de la Orden de Santiago.

La Orden del Temple en la corona de Castilla y León

Tras esa panorámica, es necesario considerar la distribución de los templarios en los reinos que formaban la corona de Castilla y las características más generales de esa presencia.

En primer lugar, hay que señalar que la Orden del Temple dividió la Península Ibérica en dos grandes demarcaciones: la provincia de Aragón y Cataluña, que también incluía la Provenza, y otra provincia que inicialmente se llamó de Portugal y, poco después, se dividió en dos: Portugal por un lado y León y Castilla por otro, aunque durante muchos períodos funcionó como una sola.

La Orden del Temple tenía una estructura fuertemente jerarquizada, en cuya cumbre se encontraba el gran maestre y su equipo de gobierno, con el capitulo general, como órgano máximo de decisión. En un segundo nivel se situaban las provincias, que reproducían, a su vez, el modelo general de toda la orden; estaban formadas por el conjunto de las encomiendas o bailías, que en ocasiones agrupaban casas y propiedades de menor entidad. Al frente de cada provincia se hallaba el maestre provincial, ayudado por un equipo de gobierno y sometido al control de un capítulo provincial, del que también formaban parte los comendadores o superiores de cada encomienda.

En general, las relaciones de los templarios de estos reinos con los reyes de Castilla y León fueron buenas, de estrecha colaboración. Desde el primer momento de su presencia, aparecen entre los consejeros del rey, participando en acontecimientos importantes como los tratados fronterizos entre ambos reinos, la firma de acuerdos con nobles y ciudades, las embajadas en otros reinos… Sin embargo, esas relaciones también tuvieron altibajos, sobre todo a raíz de haber apoyado el levantamiento de Sancho IV contra su padre Alfonso X, y se hicieron críticas en los momentos finales, cuando el maestre provincial, Rodrigo Yáñez, intentó, a la desesperada, utilizar los castillos de la orden como garantía de un juicio justo a los templarios, provocando con ello fuertes disensiones en el seno de la familia real. Ese movimiento en falso les privó del apoyo de la reina madre María de Molina, en el momento en que más lo necesitaban.

Principales casas y fortalezas de la Orden del Temple en la Corona de Castilla

Una vez consolidada en la primera mitad del siglo XIII, la distribución de las encomiendas y fortalezas de la orden en la Corona de Castilla no sufrió cambios importantes. Los lugares recogidos en el mapa coinciden, casi en su totalidad, con los incluidos en la citación que los arzobispos de Santiago y de Toledo enviaron a todos los templarios de Castilla y León para que comparecieran ante la comisión pontificia en Medina del Campo, día 27 de abril de 1310[2].

TemplariosCyL

Una primera lectura del mapa, nos permite distinguir tres zonas de acuerdo con el tipo de encomienda predominante y apunta a los tres momentos más importantes de la implantación la orden en estos reinos.

  • Una zona norte, formada principalmente por las encomiendas situadas al norte del río Duero, presenta las características de zona de ‘retaguardia’, en la que la mayoría de las casas son encomiendas rurales, sin carácter militar, con las notables excepciones de Faro, Ponferrada, Cornatel y San Pedro Latarce, o las fronterizas de Alcañices y Alba de Aliste). Cuando los templarios llegaron a la Península, estos territorios ya estaban muy alejados de la frontera con los musulmanes.
  • Una zona intermedia, situada entre el Sistema Central y Sierra Morena, formada principalmente por fortalezas y que corresponde a la fase de consolidación de las fronteras de los reinos cristianos en el siglo XII y al esfuerzo de leoneses y portugueses de afianzar su hegemonía en la región. También cabe situar en esta categoría la encomienda de Alcanadre, en la frontera con el reino de Navarra.
  • Finalmente, una zona meridional, también formada por encomiendas-fortaleza, correspondiente a la consolidación de la frontera cristiano-musulmana que tuvo lugar tras las conquistas de Fernando III y Alfonso X, sobre todo en la provincia actual de Badajoz y en Murcia.

Tal fue la distribución espacial de los templarios en los reinos de la Corona de Castilla. Dentro de la importancia indudable que la Orden del Temple tuvo en esos reinos en su última época, casi resultaba irrelevante si se la compara con otros reinos europeos, especialmente Francia. Los hechos que precipitaron su desaparición en Castilla y León tras el proceso de Medina del Campo y el concilio de Salamanca serán objeto de otra entrega.

[1] Mapa tomado de E. Rodríguez-Picavea, Los monjes guerreros en los reinos hispánicos. Las órdenes militares en la Península Ibérica durante la Edad Media (Madrid, La Esfera de los Libros, 2008).

[2] La comparación del lugar de residencia de los convocados al proceso de Medina del Campo con otros datos de la misma época pone manifiesto la difícil situación que vivían los templarios en aquellos momentos. En ese listado no aparecen lugares que jugaron un papel importante en la historia del Temple castellano, como fueron Ponferrada, Fregenal de la Sierra, Puente de Alcántara, Capilla, Almorchón y Garlitos, pues el rey, Fernando IV, se las había apropiado en los primeros momentos de la persecución la Orden del Temple, dos años antes del comienzo del proceso de Medina del Campo.

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