Los comuneros hoy

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Dentro de tres años celebraremos el quinto centenario de la guerra de las Comunidades, que se extendió por toda Tierra de Campos y tuvo en Villalpando uno de sus epicentros. Por eso, dedicaré esta sección al relato de los momentos decisivos de ese conflicto y a la exposición del papel desempeñado por algunos personajes más destacados.

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Para situar las entradas que irán apareciendo sucesivamente me permito tomar el epílogo con que Joseph Pérez  cierra su magnífico libro Los comuneros [1], fruto de su larga vida como investigador y de su compromiso intelectual. En esas páginas del gran hispanista francés encuentro reflejada mi postura actual ante aquellos acontecimientos en los que Castilla se hizo oír desde su identidad colectiva. Escribe J. Pérez:

LOS COMUNEROS HOY

La historia tiende a desmitificar. Desde hace veinticinco años ha ofrecido de las Comunidades de Castilla una interpretación coherente. El riesgo sería que los avances de la ciencia, como ocurre a menudo, contribuyeran a fosilizar el pasado y a despojarlo de su carga emocional. No ha sido así. Los comuneros siguen siendo de actualidad en la España contemporánea.

Todos los años concentraciones populares se reúnen en Villalar, en el mismo sitio en que perecieron los jefes del movimiento; los que allí acuden se emocionan todavía ante la evocación de los héroes de 1521. Claro que en aquellas conmemoraciones no faltan presupuestos políticos, pero esta consideración es ya muy interesante de por sí: da a entender que los comuneros no yacen sepultados en los libros de historia. Si Villalar atrae es probablemente porque el lugar todavía tiene fuerza emocional. Allí se ventiló el destino de España.

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Carlos joven (B. van Orley, 1517)

En 1974 se estrenó en el Teatro Nacional María Guerrero la obra dramática de Ana Diosdado. Los comuneros, Juan de Padilla y el joven Carlos de Gante, futuro emperador, saltan así al escenario con una tensión que difícilmente pueden dar los libros de historia. La función épica se mezcla con ternura y da vida a unos personajes y temas que no son únicamente ni mucho menos objeto de investigación histórica, sino que forman parte del patrimonio cultural de la nación.

Mucho más significativo es el largo romance que, en 1972, Luis López Álvarez dedicó a los comuneros[2]. La información histórica es de primerísima calidad, pero el libro no es por eso poesía erudita. Luis López Álvarez ha sabido captar la esencia vital de un acontecimiento que tanto influyó en la suerte de su patria. Tiene versos y coplas de pasión para evocar a la gente menuda, el común, que seguía a sus héroes. A un rey cuerdo, pero que parecía indiferente a los problemas de su pueblo, los comuneros opusieron una reina loca, y hacía falta, en efecto, unos toques de locura para abrazar el partido de los comunes:

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Juana de Castilla (Maestro de Afflighem, 1500)

se aferran a reina loca
por no asirse ya al rey cuerdo,
loca estuviera la reina
para juntarse a su pueblo.

Contra los privilegiados y los tiranos los comuneros exigían igualdad y justicia; pedían para el pueblo lo que le pertenecía:

Común es el sol y el viento,
común ha de ser la tierra,
que vuelva común al pueblo
lo que del pueblo saliera.

Clamaban por la libertad, que es lucha que no debe cesar:

La lucha larga ha de ser
por la libertad del reino,
que no fuera libertad
lo que los reyes le dieron,
que libertad concedida
no es libertad, sino fuero.

Éstos son algunos de los motivos que corren a lo largo del poema. Como se ve, estamos muy lejos de la fría objetividad académica, pero íntimamente unidos a los sentimientos, pasiones, esperanzas de los comuneros de 1520. No se trata de erigir un monumento póstumo para héroes de otro tiempo, sino de mantener viva el alma de un episodio capital, de una lucha que tenía el sentido de una guerra de liberación:

Desde entonces, ya Castilla
no se ha vuelto a levantar,
en manos de rey bastardo,
o de regente falaz,
siempre añorando una junta,
o esperando a un capitán.
Quién sabe si las cigüeñas…

[1] J. PÉREZ, Los comuneros. Barcelona, La Esfera de los Libros, 2001, págs. 267-269.
[2] L. LÓPEZ ÁLVAREZ, Los comuneros. Madrid, Edicusa, 1971. Sobre los versos de este poeta leonés y con melodías tradicionales el Nuevo Mester de Juglaría compuso una bella cantata con el mismo título. De la portada de su disco está tomado el dibujo que abre esta entrada.

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